Quizás la mayoría de los homófobos son homosexuales

Los propios luchadores contra las minorías sexuales estarían encantados de sumergirse en los placeres del sexo no tradicional, si no fuera por el miedo infantil a la ira de los padres.

En la interminable lucha entre homófobos y representantes de minorías sexuales, existe una conocida trama cómica: los enemigos más acérrimos de la homosexualidad son descubiertos en relaciones homosexuales. Esto, por supuesto, provoca un alboroto general, y quienes luchan en el frente homofóbico son tachados para siempre de mentirosos e hipócritas. Científicos de la Universidad de Rochester (Gran Bretaña), junto con colegas de la Universidad de California en Santa Bárbara (EE. UU.), han descubierto el trasfondo psicológico de este comportamiento contradictorio. Los resultados obtenidos, por un lado, ayudan a comprender a quienes luchan por la "pureza de la orientación sexual", y por otro, refutan aún más sus esfuerzos.

La hipótesis de los científicos era que el rechazo activo a la homosexualidad se produce debido a la represión de los deseos sexuales "anormales" durante la pubertad. Esta represión suele darse en familias con un estilo de gestión autoritario. El estudio involucró a 160 estudiantes de varias universidades estadounidenses y europeas. Primero, los psicólogos evaluaron la diferencia en las preferencias sexuales que los participantes manifiestan conscientemente a los demás y las que tienen de forma inconsciente. Se les mostraron palabras o fotografías que debían clasificar como homosexuales o heterosexuales. Pero antes, se les mostró también la palabra "yo" u "otros", parpadeando a intervalos de 35 milisegundos. Esto no fue suficiente para que la persona leyera conscientemente lo escrito, sino que después asoció las palabras y fotografías consigo misma o con otra persona. El programa registró la velocidad de reacción: si después de "yo", el sujeto reaccionaba más rápido a una pareja del mismo sexo o a la palabra "homosexual" y más lento a fotos heterosexuales, esto indicaba una orientación no tradicional oculta.

En la segunda etapa, se preguntó a los participantes del experimento sobre sus familias, centrándose no en el rechazo abierto a las minorías sexuales en la familia, sino en la naturaleza de las relaciones familiares en general. Se debía responder sobre cuán libres se sentían, cuánto controlaban sus pensamientos y acciones, cuánto respetaban su opinión, etc. Finalmente, en la última etapa del experimento, se reveló el nivel de homofobia de los participantes. Los sujetos tuvieron que responder preguntas que abordaban directamente su opinión sobre el peligro social que representan las minorías sexuales, además de pasar otra prueba "inconsciente". Durante esta prueba, se les mostró a los estudiantes la palabra "gay" de la misma manera que se les había mostrado previamente las palabras "yo" y "otros": para que la percibieran a nivel inconsciente. Después, los sujetos tuvieron que escribir tres palabras que les vinieran a la mente inmediatamente; en este caso, se evaluó el número de palabras agresivas.

Como escriben los investigadores en un artículo publicado en el Journal of Personality and Social Psychology, se descubrió que los altos niveles de homofobia, autoritarismo familiar y homosexualidad latente estaban estrechamente relacionados entre sí.

Aquí debemos advertir contra una interpretación exagerada de los resultados: las normas familiares estrictas no incitan en absoluto a una orientación sexual no tradicional. En este caso, su origen se descarta. Pero si una persona empieza a sentirse atraída por personas de su mismo sexo, en una familia con una actitud estricta hacia la educación, declarar sus preferencias no tradicionales significa provocar la ira y el rechazo de los padres. Como resultado, la persona suprime su orientación en favor de la generalmente aceptada. Pero en el futuro, cualquier contacto con minorías sexuales lo amenazará con que su atracción secreta salga a la luz. Por temor a ser expuesto (y a la pérdida del amor paterno), se comportará de forma más que agresiva hacia las orientaciones no tradicionales. Se sabe que muchos enfrentamientos entre heterosexuales y homosexuales se justifican por el hecho de que un representante de una minoría sexual "los inició". Pero a menudo resulta que la desafortunada víctima de acoso homosexual simplemente lo imaginó. Los psicólogos creen que no hay mala intención en este caso. El conflicto interno entre el deber hacia los mayores y el deseo reprimido se traslada al exterior y a la persona le parece que en realidad el otro la está amenazando, aunque la amenaza tiene su raíz exclusivamente en su propia psique.

En cuanto a quienes crecieron en familias con normas democráticas, sus preferencias sexuales internas y externas no entraban en conflicto y trataban a las minorías sexuales con serenidad, independientemente de su orientación sexual. Cabe recalcar una vez más que no se trata de una actitud familiar específica hacia ciertos aspectos de la vida sexual, sino de un estilo de vida general. Es decir, podemos imaginar una familia autoritaria de gays o lesbianas que adopta a un niño y, con esfuerzos conjuntos, lo convence de que el sexo tradicional es malo, y que si el niño sale con una persona del sexo opuesto, la familia dejará de amarlo. En este caso, cabe esperar que el niño crezca siendo un fundamentalista LGBT, por difícil que sea imaginarlo. Todo esto, por supuesto, demuestra una vez más la dudosa eficacia de un estilo de crianza estricto: la orientación sexual es solo el caso más variopinto y es poco probable que sea muy común. Basta pensar, por ejemplo, en cuántas personas odian en secreto su institución educativa o su trabajo, elegido por sus padres, quienes sabían, por supuesto, qué sería lo mejor. Si nos fijamos en la realidad de nuestro país, no podemos sino sentir lástima por aquellos que tienen que luchar contra su propia infancia difícil a nivel federal, desarrollando los conocidos proyectos de ley sobre la "prohibición de la propaganda de ya-sabes-qué".