Las bebidas alcohólicas afectan a la calidad del sueño

La mayoría de las personas reportan somnolencia después de beber alcohol. Además, las estadísticas muestran que muchas personas consumen cierta dosis de alcohol para mejorar el sueño. Quizás el alcohol promueva un buen sueño, pero ¿existen otros efectos secundarios? La Fundación Nacional del Sueño intentó averiguarlo.

El efecto efectivo de las bebidas alcohólicas se debe a las fluctuaciones lentas del sueño: la llamada actividad delta del cerebro, que es más pronunciada durante el sueño profundo. Sin embargo, bajo la influencia del consumo de alcohol, otra actividad, la actividad alfa, continúa funcionando, lo que afecta negativamente la tranquilidad del descanso. Así, al acostarse después de beber alcohol, el cerebro continúa activo y no se logra el descanso esperado.

Aunque las personas que beben alcohol se duermen con bastante rapidez, a menudo se despiertan antes del amanecer. Este efecto se debe a la mayor acumulación de adenosina en las estructuras cerebrales, un nucleósido que desempeña un papel importante en los procesos bioquímicos, en particular en la transmisión de energía y señales. Esta sustancia inhibe la liberación de neurotransmisores, compuestos químicos que transmiten señales nerviosas entre las células nerviosas, lo que le confiere un efecto calmante. Sin adenosina, las neuronas siguen activas. Sin embargo, su efecto desaparece incluso antes de que la persona haya descansado y dormido lo suficiente. Por lo tanto, el sueño se vuelve insuficiente y el cerebro, y en general el cuerpo, no descansa lo suficiente.

Otro efecto adverso del alcohol es la relajación total del cuerpo, que también afecta a los músculos de la garganta. La relajación muscular provoca ronquidos y apnea (pausas respiratorias, períodos de calma inusuales que tienen un efecto extremadamente negativo en el cuerpo): el bienestar se resiente por la mañana, aparecen dolores de cabeza y somnolencia diurna, y la memoria y la atención se ven afectadas. Durante un ataque de apnea, se envían señales al cerebro sobre una disminución del nivel de oxígeno en la sangre. Como resultado, la persona se despierta en mitad de la noche, puede aumentar su presión arterial y aumenta el riesgo de sufrir una angina de pecho o un accidente cerebrovascular agudo. Al mismo tiempo, debido a la deficiencia de oxígeno, los tejidos se vuelven insensibles a la insulina, una hormona que regula el nivel de glucosa en el cuerpo. Estos procesos provocan una pérdida de fuerza durante el día.

Cabe destacar que cuanto más a menudo una persona consume alcohol para conciliar el sueño, más graves y desfavorables serán las consecuencias para la salud. En la mayoría de los casos, para corregir el proceso de conciliar el sueño, basta con adoptar un estilo de vida saludable, normalizar el peso corporal y dejar de beber alcohol.

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