Cuanto más colesterol, más dolor.

Ciertos lípidos en la estructura celular, incluido el colesterol, impiden la inclusión de canales iónicos en las células nerviosas que podrían eliminar el dolor.

La rápida transformación de una acción mecánica en un impulso biológico ayuda a las estructuras celulares a responder a dichos efectos ambientales.

El cuerpo lo tiene todo controlado: si hay dolor, debería remitir en cuanto desaparezca la causa. Por ejemplo, si una persona sufre un hematoma y, en ausencia de lesiones graves, el dolor disminuye gradualmente. En tal situación, el síndrome de dolor actúa como una especie de señal que indica un posible peligro.

También se sabe que no todas las personas tienen la misma sensibilidad al dolor. Y, si no consideramos esta cuestión a nivel molecular, ¿qué sentido tendría?

El momento del dolor es el período de conducción de una oscilación nerviosa que continúa desde la zona lesionada (contusionada) hasta una parte específica del cerebro. Para garantizar este proceso, la membrana de la célula nerviosa debe reorganizar los iones. En el caso de los receptores, esta reorganización se debe a influencias externas. Las membranas de las células nerviosas contienen un conducto proteico específico para iones que actúa como anestésico. Este conducto contiene la enzima activadora fosfolipasa, que se activa cuando es necesaria para aliviar el dolor.

Dado que tanto la primera como la segunda proteína se ocultan en la membrana, es importante con qué interactúan. Existen diversos lípidos, como los ácidos grasos saturados y el colesterol, que forman algo similar a coágulos enmarcados por otra categoría de lípidos. La enzima activadora parece anclarse a estos coágulos y permanecer en reposo hasta el momento de la acción mecánica, uniéndose a otro lípido, con el que desencadena el paso de iones analgésicos.

Al rastrear la banda de pulso anterior, podemos explicar por qué una persona intenta frotarse bien la zona dolorida después de una lesión. Una presión moderada sobre la zona dolorida promueve la activación de moléculas auxiliares analgésicas. Al mismo tiempo, el colesterol dificulta dicha activación: a la enzima le resulta difícil desprenderse de los lípidos densos. Es probable que las personas con alta sensibilidad al dolor presenten trastornos del metabolismo lipídico, que pueden estar asociados con diabetes mellitus, cambios relacionados con la edad, etc.

Tal vez ahora los expertos científicos deberían pensar en desarrollar nuevos medicamentos capaces de actuar sobre las "interferencias" en forma de complejos lipídicos en las membranas celulares, así como sobre las sustancias proteicas asociadas a ellas.

Los detalles completos del estudio se pueden encontrar en la página de la revista eLife en